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Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro:
Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.
ISBN:
Editorial: LUMEN
Tara Westover creció en las montañas de Idaho, obedeciendo las leyes establecidas por su padre, un mormón fundamentalista convencido de que el fin del mundo era inminente. Ni ella ni sus hermanos asistían a la escuela o iban al médico cuando se enfermaban. Entró en una clase por primera vez con 17 años, y descubrió que la educación era la única vía para escapar de su hogar. Años más tarde, escribe su historia.
El relato de Tara comienza cuando ella tenía siete años. Era la menor de siete hermanos. Vivía junto a sus padres y cuatro de sus hermanos en una casa cercana a la montaña de Buck’s Peak, que se erigía en los alrededores del poblado de Clifton, Idaho.
El padre y líder de la familia, Gene, era un mormón ultra conservador. Creía que la escuela alejaba a los niños de Dios, no confiaba en los hospitales y estaba seguro de que el Juicio Final se acercaba.
Los dos hermanos mayores ya habían salido de casa. Tony trabajaba como conductor de tráileres, mientras que Shawn intercambiaba trabajos de soldador y camionero. El tercero era Tyler, que poco tiempo después dejaría el hogar para asistir a la universidad. Luke, Audrey, Richard y Tara aún vivían con la familia.
Gene se dedicaba al transporte de chatarra, para el que tenía su propio desguace, y a la construcción de establos y heniles. Su objetivo era ser autosuficiente para no depender del Gobierno federal. Por eso, más de la mitad de sus hijos habían nacido en casa y ni siquiera tenían acta de nacimiento.
Cuando tuvo 30 años, Gene sacó a los niños de la escuela para brindarles una mejor educación con clases desde casa. Aunque, luego de unos meses, decidió que el trabajo era más importante.
También se deshizo del teléfono y no renovó su permiso de conducir. Más tarde, empezó a almacenar comida y a hablar de los Illuminati.
La madre de Tara, Faye, era herbolaria y comenzó a ejercer como partera por insistencia de su esposo. Actuaría como médica de la familia y podría encargarse del parto de sus nietos. Ese trabajo le dio dinero y confianza, con el que tomó algunas decisiones: volvió a colocar un teléfono en la casa e inscribió a sus hijos en el registro civil.
Cuando Audrey, la hermana mayor de Tara, cumplió 15 años, sacó su permiso de conducir y consiguió un empleo. De esa manera, Tara pasó a formar parte de la cuadrilla que trabajaba junto a su padre.
Durante esas jornadas en el desguace de chatarra sufriría un accidente, ocasionado por la falta de cuidado de Gene. Su hermano Luke también pasaría por un episodio casi trágico. La falta de cuidados a la hora de trabajar provocó que se incendiara la pierna.
Por esos tiempos, Tara había decidido matricularse en la escuela pública. Para alcanzar ese objetivo, comenzó a estudiar por su cuenta con los libros viejos que encontraba en la casa. En especial, estudió textos religiosos. Su hermano Richard también estudiaba a escondidas.
Faye vio su memoria afectada por un accidente. No podía ejercer su oficio de partera. En su lugar, comenzó a realizar trabajos energéticos y a preparar y vender medicamentos homeopáticos.
Tara comprendió que la única manera de evitar formar parte de la cuadrilla de su padre era consiguiendo un trabajo. Y así lo hizo, a pesar de tener 11 años. Trabajaba como niñera y envasando frutos secos para un vecino. También descubrió que tenía dotes para el canto.
El año 1999 encontró a Tara protagonizando la obra “Annie” y a su padre preparándose más que nunca para el fin del mundo. Esta vez, el apocalipsis tenía nombre propio: Y2K.
Cuando el 1 de enero del 2000 los televisores, los relojes, la electricidad y el agua corriente seguían funcionando, Gene se desmoralizó. Todo el trabajo de preparación había sido en vano. Faye decidió, entonces, que era momento de un viaje revitalizador visitando a los abuelos en Arizona.
Shawn había vuelto a vivir en la casa familiar y, a pedido de Tony, lo sustituyó en sus labores de camionero de larga distancia. Aunque con una condición: que Tara lo acompañe.
Realizaron algunos viajes juntos, donde reforzaron su vínculo como hermanos. Tara se sorprendió cuando, al asistir a la audición de la próxima obra del teatro local, Shawn también se presentó para un papel.
Allí, su hermano conoció a una joven de 17 años, Sadie. Con el tiempo, empezaron a salir. En esa relación, Tara vio un costado posesivo y manipulador de su hermano, actitudes que pronto tendría con la propia Tara.
Al intentar confrontarlo, Shawn la golpeó y le puso la cara dentro del inodoro. Sólo se detuvo cuando su hermana le pidió disculpas por “faltarle el respeto”.
Tyler le contó a Tara que la Universidad Brigham Young aceptaba a jóvenes que habían estudiado en casa. Incluso ofrecían la licenciatura en música, con la que podría dar clases y dirigir el coro de una iglesia.
Fue aceptada luego de aprobar el examen de admisión y consiguió un empleo en el único supermercado de la ciudad, para no verse obligada a trabajar en el desguace. Un mundo nuevo se abriría para Tara.
Las clases en la universidad, en especial las de historia estadounidense, abrieron su cabeza. Aprender sobre el movimiento por los derechos civiles, del que había sido ajena hasta entonces, resignificó su visión del mundo y de su familia, sobre todo del horrible apodo que Shawn le había dado: “negrata”.
Entendió que muchas de las creencias de su familia habían sido una simple herencia que defendían con rigidez, y que muchas veces tenía como único objetivo deshumanizar a otras personas. Decidió que nunca más lucharía por una causa que no entendiera.
Los episodios de violencia continuaban repitiéndose. Shawn golpeaba, arrastraba e insultaba a su hermana, para pedirle disculpas unas horas después. Incluso Tara se convencía de que tenía gran parte de la culpa: “si le hubiera suplicado de otra manera, él habría parado”. Reconocer el defecto en ella la mantenía en control, y eso la reconfortaba.
Pero luego del enésimo capítulo violento -siendo éste en especial humillante, al producirse en el mercado local-, Tara decidió escribir en su diario la situación tal cual sucedió. Al día siguiente, volvió a escribir, pero quitándole el peso al recuerdo: “había sido un malentendido”.
Ser capaz de plantear ambas miradas, sin que una opacara a la otra, dotó a Tara de cierta calma. Se permitió escuchar su propia voz y aceptó que su discurso podía ser tan válido como el de los demás.
Comenzó entonces a dedicarse más a sus estudios. En la clase de psicología, escuchó hablar por primera vez del trastorno bipolar. Sintió que el profesor describía a su padre, y decidió que ese sería el tema de su investigación. En específico, lo hizo sobre el efecto que las personas bipolares tienen en su descendencia.
Un día, por la mañana, Tara recibió una llamada de Audrey. “Ha habido un accidente. Es papá. Si te das prisa, podrás despedirte de él”. Gene había sufrido quemaduras graves por una explosión mientras trabajaba en el desguace.
Aunque, contra todo pronóstico y con el rostro desfigurado, sobrevivió. Fue tratado por Faye en la casa de la familia y pasó dos meses en cama. La pareja catalogó al hecho como un milagro y, a la explosión, como un plan del Señor.
En la universidad, Tara estaba abandonando sus intereses por las materias musicales para dejar lugar a los estudios de geografía, historia y política.
Su profesor de historia judía, el doctor Kerry, le habló sobre la posibilidad de ir a la Universidad de Cambridge, en Inglaterra, como parte de un programa de movilidad internacional. Tara presentó la solicitud para el programa y fue seleccionada. Su próximo destino estaría a más de siete mil km de su Buck’s Peak natal.
Una vez en Inglaterra, Tara recibió una beca con todos los gastos incluidos para volver a Cambridge, esta vez como alumna de posgrado. Se graduó en arte en Utah y partió rumbo a tierras británicas.
En el campus inglés, descubrió los textos de autoras y autores feministas. Una frase de John Stuart Mill la impactó: “Es punto éste sobre el cual no se sabrá nada definitivo”. Se refería a la naturaleza de la mujer y afirmaba que se había sometido al género femenino durante tantos siglos a base de persuasión y violencia que era imposible determinar sus aspiraciones y capacidades naturales.
Tara sintió adrenalina, posibilidades y límites que se expandían. Era como decir: seas lo que seas, eres mujer.
En la casa de los Westover, el negocio familiar de aceites esenciales no podía ir mejor. Richard se había casado y tenía un niño pequeño. Shawn, que también había formado una familia, seguía siendo violento. Aunque ahora, la principal víctima era su esposa Emily.
La situación con Shawn parecía haber cambiado luego de que Audrey descubriera que Tara había sufrido los mismos abusos que ella. Le contó a su madre lo sucedido quien, conmocionada, prometió que su hijo iba a buscar ayuda.
Esa redención revitalizó a Tara: no estaba loca. No había sido la única que sufrió por causa de Shawn, e iba a ser respaldada. De pronto, dejó de sentir vergüenza de su pasado y comenzó a relatar historias de su vida para sus nuevos amigos, que se mostraron abiertos e interesados. Regresó a Idaho para Navidad.
Shawn, que parecía haber cambiado, la llevó a dar un paseo en su auto. Fue entonces cuando Tara debió enfrentar la realidad: “Audrey es una embustera de mierda, le pegaría un tiro en la cabeza”, amenazó. No hubo cambio alguno, seguía siendo el violento de siempre.
Luego de que Tara recurriera a sus padres, las amenazas se tornaron contra ella. Decidió fingir que se lo había inventado todo, que había entendido mal.
Pero Shawn no estaba dispuesto a parar. Le dijo que enviaría un sicario para asesinarla en Inglaterra. Sus padres no querían creer en su hija. Que aquello no iba en serio y que ni siquiera tenía pruebas. Comenzaron a deformar la realidad.
Le dijeron que ella era quien se estaba convirtiendo en una verdadera amenaza para la familia. Si quería ser aceptada nuevamente, debía acceder a una bendición para limpiar sus pecados. Incluso Audrey se había vuelto en su contra, luego de ser convencida por sus padres.
En medio de la crisis familiar, Tara fue admitida como profesora investigadora en Harvard. Terminó rechazando la bendición de su padre, porque entendió que estaría entregando la capacidad de pensar por sí misma. Todos los años invertidos en educación habrían sido en vano.
Tyler volvió a aparecer en escena. Tras saber lo que había sucedido con su hermana, enfrentó a su padre y sostuvo su postura. Tara se sintió nuevamente contenida y decidió comenzar a ver a un psicoterapeuta en su universidad.
También retomó su tesis doctoral. Seleccionó cuatro corrientes de pensamiento del siglo XIX y analizó cómo habían abordado el tema de la obligación familiar. Una de las corrientes fue el mormonismo.
El día de su cumpleaños número 27, defendió su tesis, que fue aprobada. Se había convertido oficialmente en la doctora Westover.
Entendió que había llegado la hora de volver una vez más a casa. Si bien su madre no aceptó reunirse con ella, sí pudo retomar el lazo con sus tías maternas. También reforzó su vínculo tanto con Tyler como con Richard y Tony. El resto de sus hermanos dependían económicamente de sus padres, quizás por eso se mostraron más distantes.
Al momento de escribir el libro, Tara lleva años sin ver a sus progenitores, aunque mantiene activa su relación con los parientes mencionados.
Comprendió que sus padres eran las mismas personas que la habían criado, pero ella era un nuevo ser, una persona distinta que se había formado a sí misma. Llamó a ese proceso una educación.
El relato de Tara Westover encierra en su esencia la tensión que supone ser fiel a uno mismo sin alejarse de la familia. Si bien su educación escapa a lo común, esta es una lucha universal.
Su historia de superación personal nos permite apreciar cómo las dificultades que enfrentamos en la vida pueden forjar nuestra persona. Y, sobre todo, evidencian la importancia fundamental de la educación.
Si te interesa conocer las bases del pensamiento de nuestra civilización occidental y el origen de la tensión que acompaña las interacciones sociales, te recomendamos “El malestar de la cultura”, de Sigmund Freud.
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Tara Westover nació en septiembre de 1986 en los alrededores del pequeño poblado de Clifton, Idaho, en el seno de una familia mormona ultra conservadora. Su libro Una educación la... (Lea mas)
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